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viernes, 24 de agosto de 2012

¿Una inyección de amor?

Hace unos meses mientras corregía  mi manuscrito para registrarlo, comenzó a colarse en mis pensamientos esta historia. Decidí darle forma, entre capitulo y capitulo del susodicho manuscrito,  antes de que mis musas la hiciesen desaparecer (risas). Y hoy, en un impulso y viendo que el panorama editorial no está muy boyante, he tomado la decisión de colgar mis relatos en mi blog y colgarlos en mi face para deleite mío y de mis amigos. Espero que os guste y que disculpeis a esta novata de la escritura que tan solo pretende haceros pasar un rato agradable con sus personajes.
Este relato aún por no tener no tiene ni título ¡puf! Un saludo.



1

Frenó ligeramente para quedar parada justo a pocos centímetros del paso de peatones. Los pocos transeúntes que se hallaban sobre él, cruzaron.
Continuó su marcha, lentamente, buscando aparcamiento. Desechó la primera entrada del mismo. Siempre solía estar completa. Todos en el hospital sabían que eran cubiertas, generalmente, por los pacientes que acudían a primera hora para la zona de extracciones, con la ingenua intención de ser los primeros en salir del caótico aparcamiento del hospital. Craso error. De nada les servía, cuando llegaban al final del pasillo del estacionamiento, se encontraban  con que estaban obligados a girar hacia la izquierda y tener que rodear todo el emplazamiento del hospital. Con lo cual, nada de su costoso tiempo habían ganado. Jessica se sonrió.
Vislumbró a través de los coches un pequeño hueco. Justo para su pequeño utilitario. Antes de que el coche  que la seguía la impidiese maniobrar, dio marcha atrás y penetró en el  pasillo. El hueco se hallaba casi al final del mismo. Frenó para dejar paso a una anciana con bastón que salía de entre los coches aparcados agarrada del brazo de su acompañante. Esperó pacientemente mientras activaba el intermitente señalando con ello su intención de aparcar.
Metió primera y su coche ronroneó en dirección al hueco. Unos faros en dirección contraria la cegaron momentáneamente.
                   Pero ¿dónde va este en dirección contraria?- se dijo mientras frenaba bruscamente.
Un pequeño Smart penetró a toda velocidad, haciendo caso omiso de la señal de prohibido, girando con rapidez y ocupó el estacionamiento que Jessica había elegido para ella.
                   ¡Será mamona!- explotó Jess, en el interior del coche. Enojada, tocó el claxon, haciendo saber a la otra conductora, que ella no se hallaba allí por “casualidad”.
Pero de nada sirvió porque ante su estupor, Jess pudo comprobar como del diminuto auto salían unas largas y musculosas piernas enfundadas en unos desgastados vaqueros y  las punteras metálicas  de unas botas tejanas.  Tras ellas,  un musculoso tórax las seguía. Se encontró taladrando con su mirada a un desconocido que por lo menos media dos metros de alto.
                   ¿Cómo narices se ha podido meter ese tío ahí?- se dijo- Imposible.
El desconocido activó con el mando el cierre de las puertas y mientras echaba un último vistazo a su “micromaching” se dirigió hacia las puertas del hospital.
Jess comenzó a bajar la ventanilla del coche para increpar al individuo pero los coches que se encontraban detrás del suyo comenzaron a protestar con el claxon. Arrancó furiosa en busca de otro sitio donde aparcar. Mientras entre dientes iba maldiciendo al gigantón.


                   Llegas tarde- fue el saludo de Vicky- la arpía ya ha preguntado por ti, dos veces.
                   No tengo tiempo para sus tonterías- gruño Jess- además- y echó un vistazo al enorme reloj de pared del laboratorio- aún no son ni las ocho, con lo cual, estoy en mi hora de entrada.
                   ¡ya! Pero sabes como se pone. Levantada ella, el resto del mundo tiene que empezar a girar a su alrededor.
                   Pues entonces yo giraré en el sentido contrario de los demás- farfulló Jess mientras comenzaba a colocar en cada puesto de extracción badilas, compresores, gasas, antisépticos y demás.
                   Y yo te seguiré, procurando que seas tú la que reciba los golpes- la contestó Vicky riendo entre dientes.
                   Mira que bien. Ten amigas para esto- resopló Jess mientras una ligera carcajada salía de sus labios.
                   Amiga ¡sip!... Tonta, no.
Por toda respuesta Jess hizo una pedorreta.
                   Cuando creáis que es la hora de dejar de jugar y ponerse a trabajar me avisáis- fue la fría voz que se oyó al fondo de la sala.
Ambas jóvenes se giraron para encontrarse ante la estilizada silueta de su supervisora  e inmediata superior.
                   No estamos jugando- fue la cortante respuesta de Jess- estamos hablando y trabajando al mismo tiempo.
Vicky puso los ojos en blanco mientras contenía el aliento a la espera de la retahíla que soltaría Emma.
                   “¿Por qué Jess no se daría un puntito en la boca de vez cuando?- se dijo- porque entonces no seria Jess- se contestó a sí misma.
               Intentando relajar el ambiente comenzó a hablar:
                   Emma. Lo que Jess quería decir es…
                   Se muy bien lo que Jess quiere decir Vicky, no hace falta que me traduzcas- cortó la aludida- he venido antes y aún no estabas en tu puesto de trabajo- dijo dirigiéndose a Jess.
                   ¡Nop! Para tu información son las ocho menos cuarto. Mi jornada de trabajo comienza a las ocho.
                   Hora en la que los pacientes tienen que comenzar a ser atendidos. Sabes bien que las normas de dirección…
                   No son mi problema- atajó Jess y parándose delante de uno de los box, se giró, enfrentando su mirada a los gélidos ojos verdes de su superiora- la hora de extracciones comienza a las ocho y media, como bien informa el cartel. Que halla falta de personal y quieran cubrir puestos de trabajo haciendo que el resto del personal tenga que entrar media hora antes para preparar los equipos, media hora que  dicho sea de paso no nos pagan, para que el funcionamiento del centro sea el adecuado…
                   El hospital funciona a las mil maravillas.
                   Según tu punto de vista- respondió Jess- como iba diciendo- y por el rabillo del ojo vislumbró a Vicky, que silenciosa se había colocado detrás de la enfermera jefe y le hacia gestos con los dedos a Jess de que cerrase la boca. Miró unos segundos a su amiga y continuó- Los pacientes se han habituado, que remedio les ha quedado, a venir a esa hora. El personal ha aceptado  entrar antes porque al fin y al cabo hemos visto que la mayoría de los pacientes agradece no tener que salir en estampida del colapsado servicio de extracciones  y jugarse la vida para llegar a tiempo a sus puestos de trabajo.
                   Lo que hagan los pacientes una vez fuera del centro no es de nuestra incumbencia.
                   No, no lo es- confirmó Jess- pero lo que  es de nuestra incumbencia es ,que porque los altos cargos del centro y el personal médico quieran  tener media hora más de desayuno, el resto del personal tengamos que regalar nuestro tiempo al hospital y hacer trabajos que no son de nuestra competencia.
                   Por lo que yo se- la atacó Emma- la labor que tú realizas aquí sí es de tu competencia.
                   Si, es cierto. Yo tan solo soy una auxiliar y lo mismo me da lavar jofainas, instrumental, bateas, etcétera aquí que en mi planta de Geriatría.
                   ¿Pero?- instó sardónica Emma.
                   Por ejemplo Vicky, y perdona que te ponga de ejemplo-  y miró a su amiga disculpándose- Ella es una técnico especialista en higiene dental. Titulación tan oficial y respetuosa como la de un facultativo o una enfermera y aquí la tienes, realizando tareas por debajo de su categoría y sin protestar.
                   A mí no me…- comenzó a decir Vicky.
                   Sin embargo…Emma- continuó Jess  atajando la disculpa de su compañera-  aún no he visto a ningún facultativo echar una mano a alguien del personal cuando hay que cambiar pañales, lavar a un enfermo o darle de comer cuando faltan manos y no tienen acompañantes que lo hagan por nosotras.
                   Ni lo verás- la espetó la aludida con ira y horrorizada ante tal insinuación.
                   Entonces tú tampoco verás como mi persona entrará por esa puerta a las siete de la mañana mientras a mí y a mis compañeros no se nos compense de  tiempo libre, la media hora ganada, también para desayunar.
                   ¿Eso es todo lo que tienes que decir?- la voz de Emma sonó fría pero sus ojos destellaban.
                   De momento si.
Ambas mujeres se hallaban a escasos centímetros una de otra. Sus miradas, al mismo nivel, se taladraban una a la otra. Temiendo que llegasen a las manos, Vicky intercedió.
                   Son las ocho en punto.
Tras unos segundos más de desafío. Los labios de Emma se contrajeron en una fina línea y con voz cortante ordenó:
                   A vuestros puestos entonces.
Girándose sobre sus talones comenzó a salir del pequeño laboratorio, justo antes de traspasar el umbral de la puerta, ladeó su cara hacia Jess.
                   Esta conversación no ha terminado.
                   Bien. Aquí estaré- fue la descarada respuesta de la auxiliar.
                   Hasta luego Vicky-  y saludando a la atónita higienista Emma  salió por la puerta.
La voz de Vicky increpó:

                   No podías darte unos cuantos puntitos en la boca ¿eh?
Jess suspiró resignada.
       Es que me saca de mis casillas. En mi favor he de decir que ya venia calentita.
       ¿Por?- preguntó curiosa Vicky .
       Cuando estaba en el…- Jess se interrumpió al ver que los pacientes comenzaban a penetrar- luego te cuento.
       Queda apuntado.
Y dirigiéndose a sus puestos comenzaron su jornada laboral.
La pequeña barra de la cafetería, en la que solamente tenía acceso el personal del hospital, estaba abarrotada como era costumbre.
Jess y Vicky resoplaron y pacientemente esperaron su turno en la larga fila de clientes. Mientras decidían que tomar de almuerzo Vicky se dedicó a otear por el repleto salón alguna mesa libre.
De repente y para sorpresa de Jess su amiga y compañera salió rauda, dando codazos a diestro y siniestro,  hacia las mesas, dejándola con la palabra en la boca. Segundos después subida sobre una de las sillas una Vicky sonriente y jadeante la saludaba agitando sus brazos al aire indicándola por señas que había encontrado mesa.
Una serie de carcajadas de los compañeros que esperaban como ella su turno la hicieron sonrojar ligeramente.
-                     Esta Vicky no se como lo hace pero siempre encuentra sitio. Mírala, toda entusiasmada como una niña con zapatos nuevos. Desde luego es un sol de mujer.
Jess se giró y sonrió ante tan bonito comentario. Un grupo de auxiliares y enfermeros sonreían y afirmaban con la cabeza.
-                     ¿Qué te pongo hoy, Jess?
La aludida miró hacia la camarera que sonriente esperaba su pedido.
-                     Dos cafés calentitos y cargaditos con leche, que menuda mañana llevamos. Dos tostadas de pan y sacarina porfa, María.
La camarera preparó el pedido, minutos después,  poniéndolo en la bandeja de plástico y ofreciéndoselo. Jess observó que la muchacha, sin pedírselo, había incluido dos zumos naturales de naranja. Guiñándola un ojo se dirigió hacia la caja para abonar el pedido.
Sorteando cuerpos Jess por fin llegó hacia le mesa donde Vicky la esperaba charlando con las compañeras cercanas.
Se colocó frente a su amiga, interponiendo entre ellas la bandeja con sus respectivos almuerzos.
-                     ¿Zumos?
-                     Cortesía de María. Ya sabes.
Vicky se encogió de hombros, confusa. Jess puso los ojos en blanco.
-                     Ya te comenté… Hace una semana ingresaron a su abuela en mi planta.
-                     ¡Ya recuerdo!
-                     Pues eso.
-                     ¿Eso qué?
-                     ¡Puf, Vicky de verdad! ¿No recuerdas que la mujer se negaba a tomar el zumo del tetrabrik? ¿qué decía que eso era “zumochirri” de naranja? Qué donde se pusiese el zumo natural …
-                     Cierto.
-                     Pues eso…- ante la cara de su amiga Jess decidió proseguir la explicación- como yo la di la razón a la mujer pero al final la convencí y se lo tomó. María, que había estado atenta a todo. Se quedó con la copla. De ahí los zumos.
-                     ¡Ahhhh!
-                     ¿Te has enterado de algo?- preguntó Jess entornando los ojos con suspicacia.
-                     ¡Nop! Pero da igual tú sí. Yo degustaré con deleite mi zumito y santas pascuas.
La carcajada de Jess no se hizo esperar. Vicky la sonreía con descaro mientras tomaba con gusto el zumo recién exprimido del cítrico.
-                     Rico rico- exclamó Vicky mientras se relamía el borde de los labios- A otra cosa mariposa…
Mientras Jess untaba la margarina en su rebanada y ponía la mitad de la porción de mermelada en la misma miró a su amiga, levantando mudamente una ceja.
-                     ¿A qué ha venido el sermón a la arpía?
-                     A nada.
-                     ¿A nada?
-                     ¿Es que no tengo razón? Estoy harta de que siempre seamos los mismos los que nos tengamos que sacrificar.
-                     Estoy totalmente de acuerdo lo que no me parece correcto son las formas.
-                     No la he faltado el respeto en ningún momento- protestó Jess.
-                     Lo que te faltaba. Está mañana pensé que te ibas a tirar a su yugular…
La risa de ambas sonó.
-                      No estoy tan loca como parece. Ya sabes que por mí dejaba esto en cuanto pudiese pero por desgracia me gusta demasiado mi trabajo con los abuelillos.
-                     Ya lo sé. Bueno…que no creas que se me ha olvidado. ¿Qué te calentó antes de la arpía?
El entrecejo de Jess se frunció mientras de un furioso mordisco arrancaba un trozo de la tostada. Masticó está como si de la cabeza del gigantón se tratase mientras con la boca a medio vaciar comenzaba a hablar.
-                     Un impresentable…me ha robado el aparcamiento con su micromaching.
-                     ¿Queee? No entiendo.
Dando un sorbo a su zumo para despejar su garganta aclaró.
-                     Me encontraba parada con el intermitente señalando mi intención de aparcar cuando una anciana ha salido de entre los coches y he tenido que cederla el paso. Y el espabilado del impresentable, se ha metido en dirección contraria y me ha birlado el sitio.
-                     Y micromaching ¿ a donde se queda?
-                     Era un Smart, ya sabes como son, pero lo más increíble es que de él ha salido un maromo de casi dos metros de estatura.
La risa espontánea de Vicky  hizo que algunas cabezas se giraran para mirar.
-                     ¿Y?
-                     Pues cuando le iba a increpar bajando la ventanilla los otros coches han comenzado a protestar y me he tenido que ir.
-                     ¡joder!
-                     Pero no te preocupes…me he quedado con el tipo…más le vale que no me lo encuentre hoy por los pasillos del hospital.
-                     Pobre de él.
-                     ¡sip! Entre eso y la arpía esperemos  al personal  para  no calentarme más de lo que estoy.
-                     Más les vale- exclamó entre risas Vicky.
-                     Bueno. Es hora de que nos vayamos.
Recogieron la bandeja y la depositaron con los restos del desayuno sobre el carrito correspondiente. Tomaron el largo pasillo y se dirigieron hacia el ascensor. Jess pulsó el botón de llamada. Cuando al cabo de unos minutos las puertas de este se abrieron, Vicky y ella, se despidieron.
Se dirigió con pasos rápidos hacia el pequeño despacho, donde sus compañeros estarían tomando notas de los cuidados de cada paciente.
-                     Buenos días chicos- saludó.
-                     Hola- contestaron al unísono.
-                     ¿Sigo con el pasillo de ayer?- preguntó Jess mientras tomaba los libros y abría el ordenador.
-                     Sí. Tienes tres altas y de momento dos ingresos nuevos que nos tienen que venir de urgencias. Cuando las habitaciones estén preparadas tenemos que avisarles porque están totalmente colapsados- la informaba Gina, una enfermera de planta, con la que Jess congeniaba a las mil maravillas.
-                     Y ¿cuándo no?- respondió Jess tomando nota de sus pacientes.
-                     ¡Hello nenas!- fue el alegre saludo de Joan- Vengo de dar una vueltita a la planta. Esta noche los abuelillos han estado tranquilos. Gina- reclamó Joan la atención de su compañera- luego me tienes que echar una mano con la 320. Es una cura de colostomía.
-                     Ok.
-                     Bueno mis niñas.¿ Preparadas para una jornadita más?
Todas asintieron mientras iban abandonando la sala y comenzaban su rutina diaria.
La mañana transcurrió sin ningún incidente. Los nuevos ingresos no se diferenciaban en nada del resto de los pacientes.
Jess  aseó, vistió, hizo camas y todo lo que su enfermera le indicaba. Cuando quiso darse cuenta eran las dos y media de la tarde. Faltaban quince minutos para que el turno de la tarde les cubriese. Andando por el pasillo hacia el pequeño despacho donde se reunían  para comentar la mañana vislumbró a lo lejos un enorme corpachón que salía del mismo.
“¿Quién sería ese armario empotrado?”- se preguntó acercándose hacia él. Recorrió con la mirada la espalda del desconocido que se hallaba hablando con el jefe de sección mientras ambos se dirigían al pasillo donde solo estaba permitido el acceso del personal sanitario. Al llegar a nivel del suelo el brillo de algo metálico llamó su atención.  El desconocido llevaba unas botas tejanas.
-                     El IMPRESENTABLE- y rumiando   su enfado aceleró el ritmo de sus pasos.
Cuando le quedaban escasos metros para llegar a los hombres el familiar de un paciente la abordó.
Atendiendo a lo que la mujer le contaba sobre su madre, Jess asentía mientras por el rabillo del ojo veía desaparecer a los dos hombres por la puerta del fondo.
-                     No se preocupe. Informaré a mi compañera de la tarde y en un momento estará en la habitación.
Dándola las gracias la mujer se separó de ella. Jess corrió por el pasillo, en busca del gigantón. Giró hacia su derecha. Los hombres entraban en ese momento al interior del ascensor. Siguió corriendo hasta llegar a la puerta del mismo…solamente para observar como estas se cerraban y los ojos verde aguamarina del gigante se posaban en ella unos segundos. Jess le taladró con la mirada mientras farfullaba entre dientes.
-                     Ya te cogeré.
Dando media vuelta se alejó para dar el parte al turno de la tarde.